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Si es por mí no escatimes abrazarme. Demasiado achico yo la potencia de la vida cuando digo “ya está, ya miraste mucho” y doy vuelta la cabeza. Cuando digo “ya está, ya saltaste mucho” y dejo quieto el corazón en su lugar – con alfileres. Y esta quietud artificial – este pensar en vos pensando en otra cosa – me deja pronta para el próximo golpe de tu risa, de tu bardo o de tu genio.
La quietud no va a durar. Próximamente habrá otro sueño mojigato, otro comentario de la gente que me quiere, otra aparición o sobresalto que me recuerde ¡que me gustas!
Y valdrá la pena el rojor de las mejillas – la verguenza pelotuda – por conectar mis venas a lo inconveniente del deseo; a lo pródigo del amor; a la rotundidad de tu belleza.