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Poesía en prosa Relato

Tresdé

Para Noel, si le gusta.

¿Te das cuenta de que los seres de la cuarta dimensión podrían asesinarnos? Y sí, es obvio queesoes la muerte. ¿De qué otro modo se explica que se mueran las cosas?

No se explica qué es la cuarta dimensión, sino cómo sería vivir en la segunda. De ahí, una infiere para arriba si supone que quizás, en nuestra ignorancia de que hay un mundo dosdé conviviendo con nosotras, podríamos estar matando dibujitos todo el tiempo. Así los matás con solo suspirar, con rascarte un grano, de pura ignorancia. Porque no sabías que estaban ahí, porque en este undostrés que podemos habitar, ellos son menos.

Si no fuera por la otra dimensión que interviene y mata todo, las cosas permanecerían y todas las cosas serían personas. Las personas que acá parecen cosas en un mundo con menos dimensiones están viviendo su vida, yendo a trabajar. Y una ve esa silla beige, un poco rota, se sienta encima, dice unas cosas, se tira pedos, y ahí atrás, abajo (pero no al costado, porque no tiene costado), ahí hay una vida que capaz se enferma porque este ser de la tercera dimensión se le puso encima, sin pensar en todo lo que tenía de viva esa cosa que parecía inerte. Parecía muerta. ¿Cómo puede mostrarse muerta sin ser que en el fondo tenía vida?

Uso las cosas, dejo caer mis mocos, enciendo objetos inalámbricos, le doy un golpe al proyector -que se acomode -, mancho, lavo, cuelgo, uso, las bombachas, y todo en su propia dimensión se enferma, siente el daño, siente que lo usan, que lo mojan, se siente enfermo. “Será un virus”, piensa, “pero yo tengo que ir a trabajar”, y se prepara para un día más de ser silla, proyector, bombacha. Sirve fielmente a esos fines que no entiende del todo, desconoce para consolarse, conoce pero enferma y se pone triste y van al psicólogo las cosas que no sé cómo serán, ¿qué objetos muertos serán los terapeutas de todos los demás objetos? ¿Qué objetos serán los artistas? Será una cosa tan lineal que los peluches son los animales y las guitarras son las músicas y los libros son las musas y los vasos son los mozos y las inyecciones son los enfermeros y las servilletas son las limpiadoras y los broches son madres que sostienen cosas que no entienden, al sol, para que se sequen y el sol será dios o creerá que lo es, porque está en el cielo.

Y los dientes, y las uñas, y los penes, que acá también son cosas, allá están vivos y no entienden qué les pasa por qué bruxan, por qué se erectan, por qué se fisuran un poquito, se rompen, se frotan entre sí. Todos los dientes que has tenido en esas dos dimensiones están vivos y van a trabajar – que es lo que hacen las personas – los animales son personas – y tienen cosas que ellos ven de dos dimensiones y en esencia son de una y están vivos, y van a trabajar – que es lo que hacen las personas – las acumulaciones de sarro entre tus muelas son personas.

Entonces siempre que queremos representar la vida en lo que no tiene vida, dibujamos. Y aunque se vea tresdé porque ahora disney pixar, aunque lo hagas con pixeles y tremenda tarjeta de video que te saca cualquier render a los pedos, son todos dibujitos, porque así representamos la vida en lo que creemos que no tiene.

Yo creo que estas son, en parte, unas sagradas escrituras y que venga alguien a decirme que los libros que hacen las religiones no se crean así. Solo que no veo una salida práctica al problema de haber descubierto que hay vida en las cosas y que somos brutales asesinas de la gente de otro mundo acá en el mundo, además de todo lo que es congénere en el reino del tresdé y lo matamos a consciencia.

En realidad, salidas prácticas hay dos: una es morirse. Y no para dejar de hacer daño porque en todo caso estarías mirando hacia afuera de la mamushka, y entregándote más temprano de lo que corresponde a que te masacren los accidentados seres de la cuarta dimensión. Yo creo que allá arriba, afuera, al costado ellas lo están pasando bien y por lo menos no saben de noso3 y no tienen remordimiento. O tal vez ya descubrieron la emoción aromática, el shock mental y pomposo de saber que acá también hay, acá también estamos, y se nos mata a cada rato, por cualquier gripe, por cualquier cáncer, por cualquier hombre violento. Y así como lo descubrieron se olvidaron y siguieron adelante y ni se enterarán de que acá abajo, acá adentro, hay otro de su tipo observándolos, pensando como ellos, a menos que alguien diga “mirá que estos tresdé podrán ser objetos inertes, pero no son ningunos taraditos. Para mí que ya saben. Ya saben y ellos tienen la carnada.”

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